¿El miedo ha venido para quedarse?

Hacen falta 21 días para crear un hábito. Para los más resistentes, dejémoslo en 42 días. ¿Cuántos hábitos no habremos adquirido en 19 meses?

Un hábito, según las ciencias del comportamiento, es una conducta que desarrollamos sin pensar, que ya no analizamos, que ya no cuestionamos. Que ya forma parte de nuestra cotidianidad.

Llevamos 19 meses con miedo a abrazarnos, con temor a respirar el mismo aire que otro ser humano no conviviente. Hemos pasado 19 meses mirando mal, incluso, reprendiendo a personas que “osaban” no llevar mascarilla. Que ponían en peligro nuestra propia salud. He sido testigo en varias ocasiones de comportamientos agresivos por esta razón.

No voy a juzgar si el régimen del miedo al que nos han acostumbrado era necesario, o no. Si era la estrategia más acertada para combatir la Covid, porque tampoco tengo un criterio mejor. Lo que sí sé y la neurociencia, la psicología y la medicina así lo defienden, es que el miedo baja las defensas del organismo y nos hacen más vulnerables ante cualquier ataque de virus o bacterias. Esto podría explicar el porqué unas personas han sufrido un efecto terrible con la Covid y otras, ni se han enterado.

En este momento, el miedo está haciendo mucho más daño que el propio virus.

Todas las distancias sociales, que quizás en un tiempo estuvieron justificadas, ya no lo están. El 80 por ciento de la población está ya vacunada, más del 70 por ciento de la inmunidad del rebaño, es más, todo el que ha querido ya ha podido vacunarse. Nos hemos contenido, restringiendo nuestra vida normal de forma ejemplar, esperando este momento. Y los que han provocado más admiración son los niños que con un comportamiento que ha sorprendido a todos.

Y ahora ¿a qué esperamos para retomar la normalidad? Tenemos mucho trabajo por delante para reconstruir las relaciones de confianza en los demás. Para respirar el mismo aire sin temor a enfermar. Esto va a llevarnos tiempo. Y el trabajo más importante que tenemos por delante es desprogramar a nuestra infancia. Esta pandemia ha dejado más huella en los niños que en cualquier adulto porque los ha pillado en fase de construcción, en pleno aprendizaje sobre lo que es la vida, las relaciones, la seguridad. Esta pandemia los ha marcado con creencias que nos va a costar quitarles, pero este tiene que ser nuestro mayor esfuerzo: devolverles la confianza.

El mayor problema que he detectado en los adultos es que en muchos casos ni nos damos cuenta de nuestra programación. Incluso se ha extendido la creencia de que la mascarilla ha venido para quedarse, por si acaso.

El miedo se ha normalizado. Aunque no sea la única emoción que se ha prodigado durante esta pandemia, está la pena por las pérdidas, el enfado por ver cómo se hundían los negocios, las decepciones y frustraciones varias, el miedo nos ha paralizado en la capacidad de confiar en el futuro. La contestación no puede ser otra que fundamentarnos en nuestras capacidades de resiliencia y activar la autoconfianza y autocontrol en la seguridad de que hallaremos las estrategias, y mecanismos personales, para revolver la incertidumbre que nos asedia.

Es el momento de que, tras los profesionales de la salud, entren en juego psicólogos, coaches, trabajadores sociales, etc…, para que ayuden a los niños a recuperar la inocencia, propia de la edad, y liberarlos de la pesada carga emocional que han tenido que sostener. Y, a los adultos, ayudarles a superar ese miedo que corroe y paraliza, para que retorne la confianza en la vida relacional y volver a la cercanía y a la normalidad social. También es hora de que las televisiones dejen de dar tanta importancia al Covid y que los políticos afiancen las bondades de nuestro sistema sanitario.

Tenemos que Romper el hielo y conectar de nuevo, de forma presencial y con tranquilidad.

 

Marian Buján

Coach ejecutivo y empresarial

Autora de “Romper el hielo y conectar”

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